La mañana del 25
de agosto la delegación estaba lista para partir hacia Cancún. Hablo de delegación porque entre los pasajeros se
encontraban los papás de Michelle, su prima y su abuela, además de Michelle y
quien les habla, claro. Llegamos al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, hicimos
el check-in de la aerolínea mexicana Volaris y nos encaminamos a la sala de embarque.
El vuelo de dos horas transcurrió sin sobresaltos
y, llegando a destino, se podían divisar las turquesas aguas del caribe por la
ventanilla del avión. Al pisar tierra firme, Cancún nos recibió con una tarde
nublada y con un calor húmedo y sofocante. Saliendo del aeropuerto, el
transporte nos esperaba para llevarnos a nuestro hotel: Barceló Tucancun Beach. Mi primera experiencia en uno de estos
hoteles con todo incluido me tenía un tanto emocionada.
Dejamos los
bolsos en nuestras respectivas habitaciones y nos dirigimos a uno de los
restaurantes del hotel para tener un almuerzo tardío. Una vez satisfechos, nos
propusimos aprovechar el mar a nuestra frente. La famosa “invasión de algas” no
era un impedimento, se acumulaban en la orilla y una vez pasada esa parte se
podía disfrutar del agua tranquilamente. Además, se trataba de algas secas, que
no molestaban ni se pegaban al cuerpo. Disfrutamos también de la piscina del
hotel, con el bar estratégicamente ubicado a su lado.
Cada noche, en
el salón de eventos del hotel había un espectáculo diferente, y ese día, a modo
(casual) de recibimiento, había un show
mexicano. Un buen número de hombres y mujeres bailaron
danzas típicas de diferentes estados como Veracruz, Jalisco y Chiapas, con
vestimentas muy bonitas y coloridas. Luego de observar todo el espectáculo, y tomar algunas piñas coladas,
volvimos a nuestras habitaciones para descansar.
Al día siguiente
decidimos alquilar un auto para poder ir a Xcaret,
un parque eco-arqueológico muy famoso por esos lares. Este parque se encuentra
a la altura de Playa del Carmen, y
hacia allí partió el grupo. Pasamos toda la tarde recorriendo este enorme
parque que cuenta con playas, ríos subterráneos y
animales varios como tortugas marinas, tiburones, delfines, guacamayos y
flamencos. La frutilla del postre es el show
que tiene lugar al final de la tarde en un gran estadio cerrado con tribunas a
su alrededor. Allí, decenas de actores, acróbatas y bailarines cuentan la historia de México, desde sus inicios
con las civilizaciones prehispánicas, pasando por la llegada de Hernán Cortés y
llegando a nuestros días, con danzas
típicas de casi todos los estados mexicanos. Una vez terminado el show
emprendimos la retirada, cansados pero muy satisfechos con el paseo.
Como llegamos
tarde para la cena en el hotel, fuimos al centro
de Cancún para conocer la vida nocturna y comer algo. Entramos a un bar llamado
“Carlos n' Charlie's”, ubicado
justo al lado del famoso antro (boliche) “Coco
Bongo”. Se trataba de un bar con un ambiente muy particular y animado. Por
empezar, había banderas de todas partes del mundo que colgaban del techo,
incluida una de Argentina y, más aleatoriamente, una de River Plate. Por otro
lado, todos los meseros (mozos) eran de sexo masculino y jóvenes, y todos usaban
un pañuelo o bandana en la cabeza. Eventualmente se ponían a hacer algunos
pasos de baile y a cantar al son de alguna canción, muy festivo todo. La comida
y la bebida tampoco estaban mal.
Al día siguiente
volvimos a la ruta, esta vez para dirigirnos hacia Tulum, 128 km al sur de Cancún. Allí se encuentran las ruinas de una ciudad
amurallada de la cultura Maya, en
las costas del mar caribe y dentro
del Parque Nacional Tulum. Al llegar al parque y salir del auto nos invadió un
calor sofocante causado por un sol letal. Encaramos directamente para los
puestos de recuerdos a comprar sombreros, o de lo contrario, moriríamos
calcinados. Ya mejor preparados fuimos a conocer las famosas ruinas.
Tulum es el sitio más emblemático de la costa de Quintana Roo, debido a su ubicación privilegiada y la excelente conservación de sus construcciones y pinturas murales. Muy cerca de las ruinas, después de bajar unas escaleras,
se podía llegar a una playa donde los turistas acalorados como nosotros se
refrescaban y disfrutaban del maravilloso paisaje. Allí nos quedamos un buen
rato, y hasta recibimos la visita de tres iguanas curiosas y hambrientas. Llegó entonces el momento de volver a Cancún
y al hotel.
El cuarto día
decidimos quedarnos en el hotel y disfrutar de sus instalaciones y servicios.
Con Michelle y su prima nos asoleamos en la piscina, nadamos en las calmas
aguas del mar caribe y luego opté por dedicarme un poco al deporte. No dudé en
anotarme en un pequeño torneo de Ping
Pong organizado para los huéspedes del hotel. Aunque no avancé mucho en la
competición, fue divertido y recordé viejos tiempos en los que jugaba seguido. Más tarde se armó partido de Beach Voley y ahí estaba yo, integrando
uno de los equipos de voleibolistas amateurs. No recuerdo el marcador final,
pero qué importa eso cuando se está jugando sobre las blancas arenas de Cancún.
Por la noche
había cena a la carta en uno de los restaurantes
del hotel, llamado “Claraboya”, y la
especialidad serían los pescados y mariscos, ¡riquísimo! Me gustaría acordarme
de los elegantes nombres de los platos, pero es imposible, así que me limitaré
a contar que comí papa rellena y camarones como entrada y un rico salmón como
plato principal. Originalmente el salmón venía acompañado de “salsa diablo”,
imagínense lo picante que podía llegar a ser. Por supuesto, pedí expresamente que
la salsa endemoniada fuera excluida del plato. Después de degustar algunos
postres, nos quedamos deambulando por el hotel hasta que ganó el cansancio y
caímos rendidos en nuestras camas.
¿Ya llegó el
ultimo día? ¡¿Tan rápido?! Dicen que lo bueno dura poco, y nuestra bella
estancia en Cancún llegaba a su fin. Comimos un desayuno bien completo y
pasamos directamente al sector piscina para disfrutar de las últimas horas
bronceándonos y viviendo la buena vida. Un par de horas más tarde el transfer
nos fue a buscar para llevarnos al aeropuerto. El avión despegó rumbo al D.F.
cuando el sol se ponía sobre el horizonte, Cancún quedaba atrás pero los
recuerdos serían para siempre.
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